Soy una mujer amable y afectiva, me gusta respetarme a mí misma y a los demás, suelo mostrar mi afecto no solo con palabras y gestos sinó también con mis acciones.
Desde una edad muy temprana tengo vocación de servicio, y no me refiero a servir a los demás, me refiero a empatizar, ser solidaria, ayudar a quién tenía problemas y yo podía contribuir a solucionarlos.
Yo sufría y lloraba cuando alguien lo hacía delante de mí, también con los cuentos, las historias de libros y las películas. Acababa siendo la gran defensora de la humanidad, metiéndome en todos los jardines habidos y por haber.
Esta actitud me llevó a experimentar momentos muy gratificantes y bonitos, a recibir un alto grado de reconocimiento. Me sentía genial cuando recibía el agradecimiento por las cosas dadas.
En mi familia yo fuí la menor de 6 hermanos y hermanas, mi padre era de los que pensaban que la “letra con sangre entra”. Es cierto que yo se lo ponía muy difícil porque todo lo preguntaba y todo se lo cuestionaba, y claro sus respuestas no eran nada amables.
El reconocimiento me llegaba siempre a través de los estudios y eso me llevó a desarrollar la capacidad de aprendizaje, a abrir mi curiosidad y mi creatividad. Aprendí a ser resolutiva. A practicar este conocimiento con los demás.
Mi estrategia para recibir reconocimiento siempre era dar, dar y dar, servir y ayudar.
Hasta que mi vida se convirtió en una entrega total y yo desaparecí, generando un reguero de sentimientos endeudados conmigo. Mis relaciones se construían a través de generar en los otros esa deuda y por lo tanto me estaban eternamente agradecidos.
Gracias, primero a la PNL, y después al coaching, pude revisar mis estrategias de vida y reflexionar sobre sus consecuencias.
Descubrí que hay muchas maneras de recibir reconocimiento de una forma sana, sin cargos ni hipotecas, y por ello estoy muy agradecida a mis maestras y maestros por haberme acompañado a re-encontrarme, a ser autónoma y a dar sin generar deuda, siempre buscando ese punto de equilibrio.
Para mi formarme en coaching, conocer su esencia no directiva supuso un giro de tuerca que me ha llevado a quien soy ahora. Una persona independiente, libre, consciente, responsable y amorosa. Ahora soy capaz de acompañar sin añadir, ayudar sin transferir, y formar a coaches profesionalmente. Después de 20 años puedo decir que he consolidado mi profesión, que tengo mucha ilusión y he desarrollado las competencias para aplicar el coaching de calidad.
“No hagas por otros lo que pueden hacer por sí mismos”.
Antonia Martín, directora de Coaching Sostenible